martes, 3 de octubre de 2017

"Subir o bajar de un tren chino se parecía siempre a un simulacro de incendio porque la gente jadeaba y empujaba. El trayecto propiamente dicho fue un enorme y sucio placer para todos: una gran fiesta de gente madura en pijama, cargada de recuerdos. Me parecía que los chinos no tenían otra opción que llevar unas vidas aburridísimas y realizar los trabajos más monótonos que quepa imaginar —haciendo el mismo baile chino de la cuna a la tumba— y que, precisamente por eso, nunca se sentían tan felices como cuando viajaban en tren. Gustaban de los compartimientos llenos y de la charla; les gustaba fumar, beber té, jugar a las cartas y arrastrar los pies en pantuflas… lo mismo que a mí. Dormitamos, despertamos, bostezamos y vimos pasar el mundo."

Paul Theroux, En el gallo de hierro