miércoles, 24 de julio de 2013

Esos días

Pelo graso, granitos, cólicos, dolor de riñones, de cabeza, de muslos, hinchazón abdominal, insomnio. Odias a tu madre, a tu hermano, lloras, maldices al mundo entero...
Y de repente...
Tranquilidad, somnolencia, sudoración excesiva, dolor de rabadilla, acudir al baño cada tres horas, manchas indiscretas, inapetencia sexual.
Todo esto, una vez al mes.
¡Ah! Eso sí, si no tienes "esos días", mala señal.

Texto original de Claudia Castaño Verdejo.

jueves, 18 de julio de 2013

Tengo ganas de volver al pueblecito del verano del 38. El ambiente estaba muy tenso, pero mis años más felices fueron aquellos.
Me gustaba ir al Circo con mi padre los domingos por la tarde, pero no entrar dentro de él, sino inspeccionar las caravanas cuando la función había terminado: la joven trapecista rusa quitándose las pestañas postizas y el apretado moño. Su melena larga y rubia resbalaba como una cascada de agua hipnotizante. Los payasos se quitaban sus trajes coloridos y sus pelucas y narices rojas, y salían en pijama, con el rostro aún maquillado a tomar una taza de café caliente junto con el domador de leones que, despojado de su alto sombrero de copa, mostraba su incipiente calva.
La mujer barbuda se afeitaba los domingos para que el vello le creciera cada vez más fuerte. Pero nadie sabía, excepto mi padre y yo, que también una gran capa de pelo cubría su espalda. Ella era la que dirigía el cotarro, junto con Juanito "El enano", que fuera de la redonda carpa, no podía ser persona más seria y mezquina.
También visitábamos a los caballos, que gruñían desde el establo, y veíamos entrar al chico que hacía malabares con palos de fuego, sudando y haciendo una parada cada media hora, durante la cual, su padre, uno de los gitanos propietarios del circo ambulante, le llamaba vago y cobarde. Ahora estoy seguro de que lo hacía para ponerle nervioso. Le daba una pequeña botellita de agua, que rellenaba cada vez que el muchacho volvía a la tarea.


Texto original de Claudia Castaño Verdejo.

miércoles, 17 de julio de 2013

Después de algún tiempo

Después de algún tiempo aprendes la diferencia, la sutil diferencia entre dar la mano y encadenar un alma.
Y aprendes que amar no significa apoyarse, y que compañía no siempre significa seguridad.
Y comienzas a aprender que besos no son contratos y regalos no son promesas.
Y comienzas a aceptar las derrotas con la cabeza erguida y los ojos en alto, con la gracia de un adulto y no con la tristeza de un niño.
Y aprendes a construir todos tus caminos en el hoy, porque el terreno del mañana es demasiado incierto para los planes y el futuro tiene la costumbre de caerse en medio del vacío.

Después de un tiempo, tú aprendes que el sol quema si nos exponemos a él por mucho tiempo. Y aprendes que no importa cuánto sea importante para ti, a algunas personas simplemente no les importará.
Y aceptas que no importa cuán buena sea una persona, ella va a herirte de vez en cuando y tú necesitas perdonarla por eso.
Aprendes que hablar puede aliviar dolores emocionales.
Descubres que se lleva años construir la confianza y apenas segundas para destruirla, y que es posible hacer cosas en un instante de las cuales te arrepentirás toda tu vida.
Aprendes que las verdaderas amistades continúan creciendo aún a largas distancias. Y que lo que importa no es lo que tienes en la vida, sino a quienes tienes en tu vida.
Y que buenos amigos son la familia que nos permitieron escoger.
Aprendes que no tenemos que cambiar de amigos si comprendemos que los amigos cambian, percibes que tu mejor amigo y tú pueden hacer cualquier cosa, o nada, y tener buenos momentos juntos.
Descubres que las personas que más te importan en la vida son alejadas de ti muy deprisa; por eso, debemos dejar a las personas que amamos con palabras amorosas, puede ser la última vez que las veamos.

Aprendes que las circunstancias y los ambientes tienen influencia sobre nosotros, pero somos nosotros los responsables por nosotros mismos.
Comienzas a aprender que no te debes comparar con otros, sino con el mejor que puedes ser.
Descubres que lleva mucho tiempo tornarse en la persona que quieres ser y que el tiempo es corto.
Aprendes que no importa dónde llegaste, importa a dónde vas, y si tú no sabes a dónde estás yendo, cualquier lugar sirve.
Aprendes que, o controlas tus actos o ellos te controlarán y, que ser flexible no significa ser débil o no tener personalidad, pues no importa cuán delicada y frágil sea una situación, siempre existen los dos lados.

Aprendes que héroes son personas que hicieron lo que era necesario hacer, enfrentando las consecuencias.
Aprendes que la paciencia requiere mucha práctica.
Descubres que algunas veces la persona que tú esperas que te patee cuando caes, es una de las pocas que te ayudan a levantarte.

Aprendes que la madurez tiene más que ver con los tipos de experiencia que se tenga y lo que se aprende con ella, que con cuántos cumpleaños celebraste.
Aprendes que hay más de tus padres en ti de lo que supones.
Aprendes que nunca se debe decir a un niño que los sueños con tonterías, pocas cosas son tan humillantes, y sería una tragedia si él creyese eso.

Aprendes que cuando tienes rabia tienes todo el derecho de estar con rabia, pero eso no te da el derecho de ser cruel.
Descubres que sólo porque alguien no te ama de la forma que tú quieres que te ame, no significa que ese alguien no te ame con todo lo que puede, pues existen personas que nos aman, pero simplemente no saben cómo demostrar o vivir eso.
Aprendes que no siempre es suficiente ser perdonado por alguien, algunas veces tienes que aprender a perdonarte a ti mismo.
Aprendes que con la misma severidad con que juzgas, tú serás en algún momento condenado.

Aprendes que no importa en cuántos pedazos tu corazón fue partido, el mundo no se detiene para que tú lo repares.

Aprendes que el tiempo no es algo que pueda volver hacia atrás. Por lo tanto, planta tu jardín y decora tu alma en lugar de esperar que alguien te traiga flores.
Y aprendes que realmente puedes soportar, que realmente eres fuerte y que puedes ir mucho más allá, después de pensar que no se puede más. Y que realmente la vida tiene valor y que tú tienes valor frente a la vida.

William Shakespeare